Daniel Kahneman, suicidio asistido y planeación financiera
Cómo prepararnos financieramente ante lo que nadie quiere imaginar, pero todos deberíamos considerar.
Mi curiosidad por el tema del suicidio asistido surgió tras leer un artículo de opinión en el New York Times titulado There's a Lesson to Learn From Daniel Kahneman's Death (2025). Allí se relata cómo Kahneman, Premio Nobel de Economía en 2002, eligió terminar su vida. La forma en que abordó su final me llevó a reflexionar sobre el tránsito final de nuestra existencia en la tierra.
Durante mi tiempo como estudiante de maestría supe por primera vez de Kahneman y sus aportaciones a la economía del comportamiento. Leí su libro Pensar rápido, pensar despacio (2011) y me pareció muy interesante, especialmente porque acababa de tomar mi clase de macroeconomía y estudiado los modelos de decisión basados en la economía neoclásica. Pero Kahneman proponía algo mucho más humano: reconocer que las personas, en la vida real, no toman decisiones como si fueran modelos racionales perfectos.
Al leer la columna sobre su muerte, me impactó profundamente saber que Kahneman recurrió al suicidio asistido. Ese hecho me llevó a investigar más sobre el tema y descubrí que, detrás de esta decisión, hay diversas razones, personales y muy humanas.
¿Qué lleva a alguien a tomar esta decisión?
En el 2024 Oregon Death with Dignity Act Report (2025), las tres razones más comunes que reportaron los pacientes para elegir el suicidio asistido fueron:
La pérdida de autonomía.
La pérdida de actividades placenteras.
La pérdida de dignidad (aunque propiamente la dignidad es algo intrínseco de la persona y no puede perderse).
En el estudio suizo A qualitative study on existential suffering and assisted suicide in Switzerland (2019), también se mencionan:
La pérdida de esperanza en el futuro.
La pérdida de actividades placenteras.
La sensación de ser una carga (financiera o emocional).
La carga financiera como detonante silencioso
Como asesor de seguros, hay un aspecto que pocas veces mis clientes han considerado o siquiera imaginado: ¿qué pasaría si una enfermedad o accidente impidiera, de forma total e irreversible, volver a realizar cualquier actividad laboral remunerada?
Además del impacto emocional, esta situación conlleva una carga económica muy fuerte para la familia. Este es uno de los escenarios que aparece con frecuencia en los reportes de suicidio asistido relacionado con las causas mencionadas arriba.
Dos coberturas que pueden cambiarlo todo
Por eso, siempre recomiendo incluir en los seguros de vida dos coberturas adicionales fundamentales:
Exención de Pago de Primas por Invalidez Total y Permanente
Si ocurre una invalidez, la aseguradora cubre el costo de las primas, manteniendo vigente el seguro sin que el contratante deba seguir pagando.
Pago de Suma Asegurada por Invalidez Total y Permanente
Se paga la suma asegurada al momento de la invalidez, y luego se vuelve a pagar en caso de fallecimiento del asegurado.
Estas coberturas no suelen incrementar mucho el costo del seguro, y pueden marcar una gran diferencia en momentos difíciles. Te invito a revisar si tus pólizas las incluyen. Y si no, consulta con tu asesor o aseguradora si puedes agregarlas a tu póliza ya emitida.
No es un tema cómodo, pero sí necesario
Hablar de muerte, invalidez y la carga financiera que representa no es fácil. Pero parte del sentido profundo de un seguro de vida es brindar tranquilidad cuando más se necesita.
Todo esto me recordó un libro que me marcó profundamente: Martes con mi viejo profesor (1997), de Mitch Albom. En él, el autor narra las conversaciones con su antiguo maestro Morrie Schwartz, quien padecía esclerosis lateral amiotrófica. Hablan de la muerte, el amor, el miedo, la vida y el verdadero sentido de existir. Leerlo es como tener una conversación sincera con alguien que desde la vulnerabilidad describe lo que realmente importa.
Con gusto si quisieras mas información sobre el tema de Seguros de Vida puedes contactarme a través de mi correo gonzalo.garcia@seguroconsentido.mx o al 8112770158.
Hablar de la muerte es difícil. Pero planear para la vida —incluso en su fragilidad— es un acto de amor.